Adoro los animales. Nuestra familia desciende
de ganaderos y mi lazo con la naturaleza viene desde siempre.
A mis dieciocho
años volvimos a vivir al pueblo después de mucho tiempo en la ciudad, y esa fue
la oportunidad de conseguir tener el perro que siempre había querido.
Fue Rudy, un Rottweiler, y en poco tiempo ya habíamos recogido cinco más;
algunos abandonados o perdidos, otros atropellados.
Conviví con varias razas: Pastor Alemán,
Collie, Setter, Boxer y Rottweiler.
Hasta que hace 15 años compré a Wilma, la
primera Staffy que llegó a mi vida. La conexión con esta raza fue instantánea. Fieles,
buenos, fuertes y con carácter, pero muy alegres. Me sentí identificado al
momento.
Quien ha vivido con animales sabrá lo mal que lo pasamos y cómo me siento aún hoy.
Esta dolorosa experiencia junto con
desagradables vivencias en criaderos me hizo replantearme nuevamente algo que
llevaba muchos años en mi mente: criar Staffordshire como siempre quise
hacerlo; con respeto y condiciones óptimas para mis perros.
Las instalaciones debidamente acondicionadas, pruebas genéticas y de
laboratorio acreditadas, y en pleno cumplimiento de los requisitos, tanto
legales como de necesidades de los Staffy.
Pertenezco a la Sociedad Canina del Principado
de Asturias, a la Real Sociedad Canina de España y al Club Español del
Staffordshire Bull Terrier.